La correcta emisión de los distintos sonidos del inglés es un elemento básico de una buena pronunciación. Esto no nos resulta fácil a los hispanohablantes porque los sistemas fonológicos del español y el inglés son muy distintos. Lamentablemente, en inglés las cosas no son siempre lo que parecen. La buena noticia, no obstante, es que, con un poco de práctica, los hablantes de español nativos somos capaces de producir todos estos extraños sonidos.
Primero vamos a echar un vistazo a los que considero los dos problemas fundamentales.
Menos letras, más sonidos. El alfabeto inglés tiene 26 letras, una menos que el español (nuestra famosa ñ), pero muchos más sonidos. Uno de los principales problemas con que nos encontramos es siempre el sistema vocálico inglés: mientras que en español las cinco letras vocales –a, e, i, o, u– se pronuncian como cinco sonidos vocálicos, en inglés el mismo número de letras da lugar a doce sonidos distintos (catorce si contamos la [i] corta y la [u] corta, que normalmente se dejan fuera porque no son fonemas). Es decir, en inglés existen tres tipos de [a], dos tipos de [i], dos tipos de [o], etc. El asunto parece algo menos complejo con las consonantes, pero esta impresión resulta también engañosa. Hay sonidos que son iguales en ambas lenguas (/m/ o /f/, por ejemplo), pero otros no. La /t/ española es muy distinta de la /t/ inglesa, y lo mismo puede decirse en muchos otros casos.
Falta de correspondencia entre letras y sonidos. La costumbre de identificar una letra concreta -la a, por ejemplo- con un sonido determinado ([a]) se encuentra firmemente arraigada en la mente de cualquier hispanohablante. Pero en inglés esta suposición es errónea la mayor parte de las veces. A mí siempre me ha fascinado la pareja formada por los verbos wonder y wander, contraria toda intuición y, para nuestros oídos, una especie de acertijo: la o de wonder suena como una a, y la a de wander suena como una o. Igualmente, los diptongos de bow y row pueden pronunciarse como ou o au, con significados completamente distintos, y las letras vocales i, o, u, e y el diptongo ou de las palabras bird, word, occur, person o journal dan siempre como resultado el mismo sonido, /ɜː/, a pesar de las diferencias ortográficas.
De estos dos problemas pueden extraerse dos conclusiones distintas:
La primera es que, si tenemos que hablar de sonidos, no podemos usar únicamente letras. Necesitamos un alfabeto que refleje toda esa variedad de sonidos. Por fortuna, contamos con los símbolos fonéticos, que aparecen reflejados en los cuadros de las secciones subsiguientes. El uso de símbolos fonéticos solo tiene ventajas: son claros, precisos y, aun más importante, muy fáciles de aprender.
Mi segunda conclusión -y esta se ha convertido en una especie de principio-guía para mí- es que la pronunciación del inglés no es difícil. Donde reside la dificultad es en la ortografía, que es endiablada. Por eso la primera estrategia consistirá en no dejarnos confundir por la ortografía y concentrarnos en los sonidos. Solo con aprenderlos tenemos la mitad del camino hecho.